Primeras impresiones: Mawaru Penguindrum

Doce años, eso es lo que ha tardado en regresar el creador y director de Utena, la Joven Revolucionaria desde que en 1999 lanzó la película de dicha serie. Desde que finalizó la producción de ese largometraje se ha mantenido bastante alejado de la industria, aunque ha regresado en momentos muy puntuales para realizar trabajos menores, entre los que se encuentran el opening de Nodame Cantabile y Aoi Hana.

 

Ahora Kunihiko Ikuhara vuelve a la palestra con Mawaru Penguindrum, y no podía hacerlo de mejor forma, ofreciéndonos uno de los mejores, por no decir el mejor primer episodio de lo que llevamos de año, aunque también se lo debemos a la debutante Shôko Nakamura, que además de trabajar en la concepción de este proyecto, ha dirigido tanto este capítulo como el ending, cuyas ilustraciones llevan su inconfundible firma. El opening, interpretado por Etsuko Yakushimaru, está dirigido por el propio Ikuhara.

 

Si los avances no dejaban nada claro lo que nos deparaba la serie, el primer capítulo tampoco ayuda, pero si muestra que detrás existe posiblemente un gran potencial. Por ahora sólo hay dos cosas seguras, y una de ellas es que tratará sobre el destino. La otra es que la historia gira en torno a Himari, que sufre una enfermedad terminal, y sus dos hermanos, Kanba y Shoma, que harían lo que fuese con tal de que su hermana se recuperase. Tras cierto suceso, llegará hasta ellos un método que permite alargar la vida de Himari, pero a un coste que no se ha desvelado. Junto a este método se les hace entrega de tres pingüinos azules que sólo ellos pueden ver y que son el alma cómica de la serie.

 

El segundo episodio nos presenta a dos nuevos personajes, Ringo Oginome y Tabuki, aunque ambos aparecieron de pasada en el capítulo anterior. A diferencia de los dos hermanos de Himari, Ringo no sólo cree en el destino, si no que le encanta por muy cruel que este pueda llegar a ser. Además cree que todo en este mundo pasa por alguna razón. Está perdidamente enamorada de Tabuki, que es ni más ni menos que el tutor de Kanba y Shoma.

 

En cuanto a narrativa y dirección, el primer episodio es casi perfecto, no dejando espacio en ningún momento para el aburrimiento, aunque a algunos puede que el devenir de los acontecimientos le parezca demasiado apresurado. El segundo no es tan redondo, pero continua por encima de la media. Éste, al igual que el primero, está dirigido por una debutante, en este caso la animadora Natsuki Yokoyama, que en la actualidad forma parte de Gainax, estudio con el que Shôko Nakamura ha colaborado en más de una ocasión y para el que Kunihiko Ikuhara realizó el storyboard del segundo episodio de DieBuster.

Los personajes poseen una gran viveza, no solo por los diseños de Lily Hoshino, si no por su personalidad y la forma en la que se muestran y están animados. Asimismo el apartado técnico es impecable, con un colorido que le sienta genial y unos fondos de lo más vivo, aunque la animación ya ha comenzado a mostrar sus altibajos.

La música hace bien su trabajo y se integra a la perfección. Algo a destacar son los efectos de sonido, algunos de ellos implementados como un elemento más de la narrativa visual. Uno en particular, un efecto que se le aplica a la voz de cierto personaje en cierto momento, nos recordará que Ikuhara dirigió gran parte de la adaptación animada de Sailormoon.

Una “tontería” que me a mi personalmente me ha encantado es que los avances no muestran metraje de los episodios siguientes pero si enlazan con ellos. Nos enseñan a los pingüinos haciendo alguna de las suyas en la localización donde comenzará el capítulo siguiente. Otra “pijadita” es que ponen quien ha animado el avance.

 

Producida por Brains Base, responsables de animes como Durarara!! o Baccano!, espero que la animación se mantenga lo más estable posible durante los veintidós episodios restantes y que no me acabe defraudando como suele pasar casi siempre.